INFANTIL JUVENIL



 
Tener a cargo un menor, es una gran responsabilidad y puede parecer complicado. Pero es como todo, nadie nacemos enseñados, la vida nos da oportunidades de aprender.  

Los padres o tutores van adquiriendo conocimientos que les hacen estar mejor preparados. Sin embargo, la etapa adolescente es crucial para afianzar las bases de las relaciones futuras

Por ello, cuando se observa que un/a joven tiene problemas que le preocupa, los padres o tutores esperan a ver la capacidad de resolución de que dispone. La experiencia de su aprendizaje les hace madurar y lograr aumentar sus habilidades y capacidades para enfrentarse a las dificultades de la vida y si no consiguen solucionarlos, entonces ellos intervienen.  

¿Qué sucede cuando llega a ser problemática la situación 
y ni los progenitores o tutor consiguen solucionarlo?

Existen profesionales que pueden asesorarles. Siempre se puede hacer algo para recuperar el bienestar tanto del infante como de la familia. Es una inversión en tiempo y dinero que posteriormente les recompensara. Por que verán que se siente mejor y más felices.   

En mi labor profesional, suelo encontrarme a numerosas familias con mucha angustia por no saber como afrontar la situaciones y la manera de cómo poder ayudar a sus hijos/as. Observando, en ambas partes la pérdida de relación por una comunicación ineficaz y una falta de límites claros. 

Todas las personas necesitamos ser escuchados y a la vez que nos permitan expresarnos, sólo así podremos llegar a entendernos y comprender del porque nos sucede la situación que estamos viviendo.

La edad de los 13 a los 18 años es muy relevante de continuos cambios e inseguridades. Se apodera en muchas ocasiones la incertidumbre, por lo que genera ansiedad y al no estar bien controlada conlleva a estados de ánimos tan bajos que puede producir estados de depresión. Podría decirse que son cinco años de paciencia, de cariño y mucho amor. Los padres o tutor son los que proporcionan seguridad. Esta etapa es muy relevante en la preparación como adulto, donde existe un estallido de posibilidades y fortalezas para la mejora de sus capacidades.

Para abordar la problemática que suele haber en la etapa adolescente, por ejemplo: la actitud rebelde o sumisa en exceso, dejadez o hiper-responsabilidad en los estudios o en casa, dificultad para expresar emociones o gestionarlas, timidez, intolerancia a la frustración y a la crítica, entre otros... Se utilizan competencias que ayudan a pensar diferente, a mejorar las comunicaciones que se mantienen y a profundizar en sí mismo.  Este tipo de proceso es bien avenido en los chicos/as, porque les ayuda aportando claridad utilizando sus propios recursos.

Por tanto, se proporciona una metodología muy efectiva en las áreas que están implicadas en el equilibrio de la autorrealización personal.

Identidad.- ¿Quién soy? ¿Quién elijo ser ahora? ¿Quién decido ser?

Inteligencia emocional.- Conciencia emocional y gestión de las emociones.

Desarrollo del talento.- Identificar las capacidades y potencial predominantes.  

Creatividad.- Capacidad de solucionar problemas de la vida cotidiana: académica, proyección de futuro etc.

Acción, metas y propósitos.- Desarrollo de habilidades requeridas para el logro de las metas con compromiso, responsabilidad junto al propósito de para qué se hace y la repercusión de conseguirlo.

De manera que se trabaja el problema, focalizando los recursos de los jóvenes y su entorno para que se desarrollen plenamente. A través de herramientas, el adolescente es conocedor de su situación e integra todo aquello que ha de cambiar para desarrollar todo su potencial. Este proceso debe ser escogido por el propio menor y confidencial. Además, puede elegir no compartir con sus padres la información trabajada, aunque si haciéndoles participes de los cambios que va experimentando.  

La sesión o sesiones, dependerá del grado de malestar del infante juvenil. Mediante preguntas y ejercicios, el adolescente toma conciencia de las diferentes perspectivas, creencias limitantes y las nuevas estrategias que le permiten dirigir hacia sus objetivos, donde se pasa a la acción para el cambio. Así encontrar la solución adecuada a su desafíos. Produciéndose nuevas formas de comportamientos y actitudes, abandonando ciertos patrones que mantenían el problema. 
 
La responsabilidad, la creencia en uno mismo, la autoconfianza y el compromiso hacía las metas es la clave del éxito personal. La fuerza y la valentía de superación, mejoran la autoestima, la aceptación personal y las adversidades de la vida. 



Vive Siente Ama














 




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